Balic, la ciudad de las velas
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Balic está gobernada por el dictador Andropinis, un poderoso rey-hechicero que fue elegido para ese puesto hace al menos setecientos años. Aunque el término “dictador” se refería originalmente al poder de dictar (en el sentido de promulgar) una política para la ciudad, sancionado por una asamblea democrática de consejeros, Andropinis ha convertido el título y el cargo en uno de total autoridad. Cualquiera que alce la voz contra él es ejecutado por decreto dictatorial. En las raras ocasiones en las que alguien lo bastante valiente para expresar en voz alta una queja contra el gobierno de Andropinis, el dictador se deleita recordando a todos que sus antepasados lo eligieron para aquel puesto de manera vitalicia. Desgraciadamente para los ciudadanos de Balic, nadie pensó en aquellos momentos el tiempo que Andropinis podría llegar a vivir.
Andropinis vive en un majestuoso palacio de mármol blanco, de forma rectangular y adornado por magníficas columnas por todos sus lados. Este palacio está localizado en la cima de un risco fortificado en el centro de la ciudad. Su ejército personal consiste en diez mil infantes muy disciplinados, armados con lanzas de cuatro metros, grandes escudos de madera y afiladas dagas de hueso de erdlus.
Los templarios de Balic son únicos en el sentido de que los ciudadanos libres de la ciudad los eligen para sus puestos por un periodo de diez años. Andropinis es en general tolerante con estas elecciones, aunque a veces deja que los ciudadanos sepan que candidatos son los que desea que sean elegidos. Se dice que si gana la elección el candidato erróneo, suele verse envuelto en algún extraño accidente, haciendo necesaria otra votación.
Los nobles de Balic reciben el nombre de patricios, reteniendo sus tierras generación tras generación. La mayoría de ellos obtienen sus ganancias con los campos de olivos y granjas de cereales que rodean la ciudad, pero unos pocos son propietarios de grandes parcelas de zonas de pasto en las que viven kanks y otros animales.
Los emporios mercantiles de Balic se encuentran en la base de la fortaleza rocosa de Andropinis, en el ágora. Los mercaderes suelen negociar con aceite de oliva, néctar de kank y la famosa cerámica decorada de la ciudad. El mercado elfo rodea el ágora completamente, como un anillo, de modo que es imposible efectuar ningún intercambio legítimo sin ser asaltado primero por sus dudosas ofertas.
La situación de Balic es fácilmente defendible de los ejércitos de las otras ciudades, ya que solo es posible acercarse por el oeste. Desgraciadamente su ubicación en el Estuario de la Lengua Bífida hace que los gigantes sean un problema ya que vadean hasta la orilla para efectuar incursiones. Cada habitante de la ciudad, hombre o mujer, esclavo u hombre libre, es miembro de la milicia. Cada diez meses, en rotación, cada uno de ellos pasa uno ayudando a patrullar los campos y territorio de la ciudad en un esfuerzo por reducir la cantidad de cosechas y ganado perdido a manos de los incursores.
Respecto a la esclavitud, se dice que en las calles de Balic un visitante no puede distinguir a un hombre libre de un esclavo. Los propietarios de esclavos de Balic conceden a sus esclavos pequeñas porciones de libertad y un estándar de vida satisfactorio. Aunque los ciudadanos de Balic encuentran su forma de vida a su gusto , los de otras ciudades-estado consideran a sus vecinos de Balic brutos incivilizados que comparten sus privilegios y espacio vital con la propiedad común. Muchos visitantes apuntan con rapidez la lección de Yaramuke, donde esclavos y ciudadanos trabajaban codo con codo casi como iguales. Este trato humano, dicen condujo a la muerte a Yaramuke y Balic debería aprender de los errores de los demás.
Sin embargo, Balic próspera y esclavos y hombres libres trabajan juntos en los campos de olivos y granjas de cereal. Los patricios ponen a esclavos a trabajar produciendo aceite de oliva y moliendo el grano o como pastores, otros trabajan como artesanos en los talleres de cerámica creando piezas decoradas que se venden en toda la región de Tyr.
Pero todo esto tiene un precio, las leyes relativas al comportamiento se acumulan y una mirada de soslayo o una reverencia demasiado lenta pueden considerarse comportamiento obstinado y hacer pasar al esclavo un tiempo en un pozo de confinamiento.